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Considerados por sus contemporáneos los locos bajitos. Para las gentes del medievo no eran mas que una molestia temporal, unos mente captus cuya único remedio eficaz para su restablecimiento es el paso del tiempo. Son tenidos por inútiles, indiscretos, olvidadizos, de poco fiar, mentirosos, perezosos, inconstantes y molestos (García, 1997). Además de sucios y llenos de mocos. Se les compara de forma negativa con los ancianos y los borrachos. En definitiva un medio hombre, un ser sin formar en un momento vital de transición. Se afirma que con el cambio de los primeros dientes es cuando llega la razón a la mente del pequeño. Pero no todo es negativo, sobre todas las cosas se atribuye a los más pequeños la inocencia y la pureza. De hecho en las comunidades bajomedievales se hace uso de esta virtud a la hora de realizar sorteos. La mano inocente para que Dios y la Fortuna pudieran manifestar sus designios sin obstáculos humanos (García, 1997). Se valora así mismo su gran capacidad para el aprendizaje y su porosidad para asimilar los preceptos religiosos (Nora, 2007).

Niños nobles jugando (Fotografía en https://ecodiario.eleconomista.es/)

Igualmente en esta valoración sobre los más pequeños subyace una realidad tangible en el día a día que quizás lleve a los habitantes medievales a presentar a los niños de modo tan negativo: Las altas tasas de mortalidad infantil. Este hecho provoca una rémora en los lazos afectivos paterno filiales y un escaso apego por la propia descendencia. Y es que los niños tienen pocas papeletas para sobrevivir a los primeros años de vida y en la mentalidad de la época se contempla su rápida sustitución por otro nuevo vástago. Inconscientemente las relaciones afectivas hacia el hijo no conviene que sean intensas.

El momento del parto es complicado debido a varios factores entre los que debemos destacar la inexistencia de medidas higiénicas y de las complicaciones que puedan surgir durante el parto, contra las que muy poco puede hacer la ciencia médica de la época. Por lo tanto resulta frecuente el fallecimiento del niño, de la madre o de ambos durante el parto.

Obviamente la tasa de mortalidad infantil no es homogénea entre los distintos estamentos. Así en la península Ibérica mientras en el estamento nobiliario el porcentaje de mortalidad se sitúa en el 42% (Expósito, 2011), para el Tercer Estado se carecen de datos al respecto, aunque suponemos que el porcentaje de dispara exponencialmente.

La alta tasa de mortalidad infantil se puede observar en diferentes representaciones artísticas (Fotografía en https://lavozdelmuro.net/)

La media de hijos por matrimonio es entre 4 y 5 en el ámbito nobiliar, mientras que entre el campesinado la cifra se eleva considerablemente hasta los 10 hijos. Para una familia campesina de pocos recursos la proliferación de vástagos le supone más brazos que invertir en el trabajo pero también un serio obstáculo en los quehaceres diarios por los muchos cuidados que deben dispensarle, distrae a los adultos de labores más importantes y que tienen que ver con el bienestar del núcleo familiar y su propia supervivencia. Es la mujer quien debe encargarse del cuidado y la crianza de los hijos. Según los preceptos médicos de la época la lactancia del pequeño debe prolongarse hasta los 2 ó 3 años. Un poco menos en las niñas pues según el médico occitano Bernardo Gordonio: a la muger no le conviene ser rezia assí como al hombre (Cabrera, 2006).

Una vez llega al mundo la criatura, la partera lava el cuerpecillo con agua tibia para seguidamente componer al niño, esto es, enfajar su cuerpo con vendas como si de una mortaja se tratase. Las ventajas que los contemporáneos en esa costumbre tiene dos vertientes. Por un lado la médica. Se propicia que el niño crezca derechamente esquivando posibles malformaciones y se evita sufrir lesiones o torceduras que malogren sus articulaciones endebles. Por otro lado tenemos la vertiente más práctica. La considerable limitación de movimientos del pequeño ayuda a las madres en su cuidado y vigilancia ya que impide el gateo y se pueda arrastar como los animales (Cabrera, 2006). Esta limitación de movimientos proporciona también al infante un mayor sosiego y provoca menos lloros y un menor número de ingestas de alimento (Cabrera, 2006). Por el contrario el efecto negativo más evidente producido por esta indumentaria es que los niños tardarían más tiempo en comenzar a andar. Pero no acaban aquí las complicaciones derivadas de esta práctica. No resulta precisamente sencillo cambiar la faja a la criatura. Y a pesar de que los médicos aconsejan el aseo diario de los más pequeños, hasta varias veces al día, el escaso gusto por la higiene corporal y las muchas ocupaciones cotidianas de un campesino medieval, hacen que se pase por alto este precepto; y ademas no se cambien con asiduidad las ropas de los niños. Así es habitual que el niño permanezca horas en contacto con sus excrementos y orina. Situación que origina normalmente en enfermedades cutáneas que derivan en úlceras, que una vez más, la ausencia de medidas básicas de higiene y los nulos cuidados médicos provocan.

Bebé medieval con las ataviado con las preceptivas vendas (fotografía en https://lavozdelmuro.net/)

Debido a esta alta tasa de mortalidad es costumbre entre las capas populares celebrar el bautizo de forma inmediata, normalmente al día siguiente del nacimiento, puesto que sobre ellos planea el pecado original y por tanto la condena eterna si no reciben este primer sacramento. Las madres no asisten a esta celebración en gran medida a la debilidad física consecuencia de las duras horas pasadas en el alumbramiento.
En cambio para la nobleza el cuento es completamente diferente. Mientras, como hemos visto, en las clases populares es la madre quien se ocupa de los cuidados de la criatura;la nobleza lo tiene más fácil. Cuentan con la asistencia de toda una institución medieval: las nodrizas o amas de leche. Una nodriza debe cumplir una serie de características para ejercer su cometido: …toda una serie de condiciones, referidas tanto a la edad y al aspecto físico de estas últimas como a las cualidades morales, a la calidad de la leche e incluso a su propio régimen alimenticio. Y a todas esas cualidades había que añadir ciertas nociones de puericultura que también debían poner en práctica. Así, por ejemplo, debían saber vestir adecuadamente a los pequeños, facilitarles el sueño y saberlos consolar cuando éstos estuviesen irritados (Cabrera, 2011).

Así nos lo muestran las fuentes: Otrosi a sus fijos deuelo fazer en esta manera bien en quanto fueren tan niños que non saben fablar nin andar, deuenles catar buenas amas, que sean de la mejor sangre et mas alta et mas linda que pudieren aver. Ca çierto es que del padre o de la madre en afuera que non ay ninguna cosa de que los omnes tanto tomen nin a quanto salgan nin a quanto semejen en sus voluntades et en sus obras commo a las amas cuya leche mamaran (Nora, 2007).

Disponen de la opción de trasladarse a convivir con la familia del niño o también cabe la posibilidad de llevarse a su propio hogar al pequeño durante todo el período de lactancia. De todos modos las madres también participan en la alimentación del pequeño en sus primeros días, está extendida la creencia de que la leche materna va a insuflar en el pequeño las cualidades del linaje (Nora, 2007). La nodriza se compromete a no mantener relaciones sexuales en este período pues está extendida la creencia que malogra la leche que va a alimentar al pequeño. No obstante si esto sucede o la madre (o nodriza) no puede aportar la suficiente leche se suelen utilizar los denominados cuernos de amamantar, que no dejan de ser los actuales biberones. Éstos se confeccionan con cuernos pulimentados en cuyo extremo puntiagudo se practica un orificio al que se adhieren dos pedazos de pergamino para que el bebé pueda succionar. Con este rudimentario biberón se puede alimentar al bebé con leche animal. Al igual que ocurre en el Tercer Estado los niños reciben el bautismo lo más rápidamente posible. Se celebra la entrada en el mundo cristiano del pequeño con festejos que pueden durar días y cuanto más rico es el padre, más días duran los fastos. Después vendrá la Puesta del Nombre. Ceremonia por la cual se presenta en sociedad a la savia nueva del linaje.

Pasados los dos años el niño ya deja de tomar pecho, camina y pronuncia palabras. Deja de ser una criatura para entrar en la etapa de infante que se demora hasta los 7 años. Niños y niñas entran en el espacio de la mujer. Tanto en nobles como plebeyos, en este lapso de tiempo, viven inmersos en el mundo de la mujer medieval. Es en este momento cuando adquiere directrices de tipo moral, de comportamiento, etc… En este espacio la figura del padre apenas aparece dibujada en la vida del infante. Para los hijos de la nobleza la situación es muy diferente. Un preceptor, mayormente un religioso, le enseña las Letras y diferentes disciplinas y saberes que lo van a proveer de los conocimientos que va a necesitar cuando traspase el umbral al mundo de los hombres. Esto último, claro, en el caso de los hijos varones. De hecho los juegos guardan siempre un espíritu didáctico. Son acordes a cada estamento e tratan de inculcar a cada quien cual es su lugar en el cosmos social.

A partir de los 7 años (coincidiendo con la aparición de los dientes) los niños abandonan la seguridad del mundo femenino doméstico para aventurarse fuera de él. Reciben algún tipo de educación religiosa, catequesis. Las niñas aprenden labores del hogar, costura, a cocinar. Mientras que a los niños se le asignan tareas sencillas tales como el cuidado del ganado mientras absorbe conocimientos acerca de las labores del campo. Si cerca de su residencia se encuentra la casa de su señor es habitual que entre a trabajar como criado percibiendo un sueldo por ello los progenitores.

Escena d eun parto co el recién nacido «compuesto2 (Fotografía en http://www.detectivesdelahistoria.es/)

A partir de los 12 años el infante se transforma en rapaz/a o doncel/a. Se abre una nueva etapa: la del aprendizaje. Los vástagos del Tercer Estado pasan a formar de la nómina de aprendices de un oficio. O bien ingresan en un monasterio para formarse como religiosos. Las niñas normalmente pasan a formar parte del servicio de familias pudientes. Son el eslabón más vulnerable. Indefensas, alejadas del núcleo familiar son blanco fácil de abusos sexuales y violaciones.

Las hijas de la nobleza tienen por delante un camino allanado. Continúan en el seno de los espacios femeninos de la casa, aprenden a ser recatadas, puras, complacientes y virtuosas. En definitiva, buenas esposas y madres según los cánones de la época. Todo ello salpimentado de clases de lectura, bordado, costura,…. El varón conoce por fin el mundo de los hombres. Junto a su padre aprende los entresijos de la guerra, la administración y la política. Es habitual que el primogénito del noble se críe fuera del hogar. Se encomienda a un ayo su educación y formación hasta los 15 ó 16 años. Este ayo suele ser un noble o caballero de absoluta confianza, en muchos casos que ha ejercido de padrino e el bautizo de su pupilo. No en pocas ocasiones adopta el rey dicho rol y el doncel acude a la corte a formarse como caballero. Rematado este período de formación el moço regresa al hogar para convertirse esta vez en pupilo de su padre hasta ser armado caballero o alcanzar la mayoría de edad, esto es, contrayendo matrimonio.

Después de todo lo expuesto resulta inverosímil suponer que para las gentes del medievo el asesinato de un niño constituya uno de los crímenes más abominables que pueden existir. Y esto viene dado por el concepto de inocencia que se le atribuye a los niños. Durante la Baja Edad media será acicate, en la mayoría de los casos irreal, para espolear a las masas a perpetrar los conocidos progroms contra las juderías. En el imaginario popular los asesinatos rituales de niños por los judíos están muy arraigados. En estos se escenifica la muerte de Cristo con todo lujo de detalles burlescos contra el cristianismo.

Bibliografía

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  • Cabrera Sánchez, Margarita, La transmisión del saber médico: la vida infantil en la Edad Media a través de ,los tratados pediátricos y de otras fuentes de la época, Meridies, VIII, 2006.
  • Expósito martín, Fco. Javier, La vida familiar e infantil durante la Baja Edad Media, Revista Digital para Profesionales de la Enseñanza, Nº 17, Andalucía, 2011.
  • García Herrero, Mª del Carmen, Elementos para una historia de la infancia y la juventud a finales de la Edad media, VIII semana de Estudios Medievales, Nájera, 1997.
  • Martínez Blanco, Carmen Mª, El campo semántico de la infancia en la literatura medieval, Àssociaçao Hispánica de Literatura Medieval, Lisboa, 1991.
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  • Nora Arroñada, Silvia, Algunas notas sobre la infancia noble en la Baja Edad Media castellana, Historia. Instituciones. Documentos, Nº 34, 2007.Sergio Balchada